La creación de la cuerda data desde hace más de 3500 años y se les atribuye a los antiguos egipcios, quienes fueron los primeros en desarrollar formalmente máquinas para su construcción. Se elaboraban de fibras naturales como como la palmera real, lino, hierbas, papiro, seda o incluso pelo animal. De formas menos estructuradas han sido utilizadas desde la pre-historia como elemento indispensable en la caza, el estirado, la suspensión, el empuje, entre muchas otras cosas.
Al aparecer la cuerda comenzaron a surgir otros elementos que hicieron las maniobras mecánicas mucho más manejables, disminuyendo el trabajo de carga y sustituyendo progresivamente la mano de obra en trabajos pesados y casi imposibles para el ser humano. Un ejemplo de esto son las poleas, las huinchas, cabrestantes y las grúas las cuales mediantes principios mecánicos fueron diseñados para ser accionados por cuerdas o cables.
La cuerda torcida es la más común y conocida por la gente de occidente, ya que las primeras máquinas creadas fueron de este tipo, por su simpleza y versatilidad. Las cuerdas trenzadas por otro lado aparecieron tiempo después en China, al inventarse la máquina trenzadora, y con el desarrollo tecnológico y análisis se han descubierto ventajas de estas cuerdas frente a las tradicionales cuerdas torcidas.
En las distintas partes del mundo, la cuerda tiene protagonismo como herramienta en las operaciones industriales, domésticas, mecánicas, pesqueras, entre otros. Pero la forma de nombrarla tiene muchas variaciones; en español se les puede encontrar como cuerda, cordel, soga, mecate o cabuya.
En el año 1930 surgió el desarrollo de los polímeros sintéticos y con este la fabricación de cuerdas en este material.
Actualmente se realizan con máquinas de alta tecnología y se elaboran con diversas fibras de origen sintético, natural o combinado, para potenciar las propiedades de cada una de ellas en el producto final.